martes, 10 de julio de 2012

Mi casa solariega


A mi casa  solariega
la guarda un robusto  bosque 
de frondosos abedules
y de cedros de alto porte.

Geranios  de mil colores
van anunciando el camino
y los lirios asustados
 se esconden entre los tilos.

Una parra ensortijada
pide permiso a la hiedra 
para asomar sus racimos
 que entre las hojas verdean.

Rosales en la ventana
geranios ante la puerta 
y bancos de tornaforja
que entre paseos se asientan.

A un rosal en la mañana
el  rocío le despierta
y el sol con sus tenues rayos
va calentando la tierra.

Detrás de la celosía
una dama entristecida
suspira y llora a la vez
¿que fue  de su caballero?

Ya  no llamará a su puerta
ni mañana, ni hoy, ni ayer
y  en las  sombras del jardín
ya no está su silueta.

Ya no habrá fecha de boda
ni días de aniversario 
ni testimonio de amor
ni estrellas que resplandezcan.

No  cruzará la cancela
ni te ofrecerá  una rosa
que eran como  tus mejillas
sonrosadas y de seda.

Mas ... no cerraré  las cortinas
¡que entre la luz a raudales!
en mi casa  solariega
que entre el sol  por mi ventana
y que se lleve mi pena.

Que yo seguiré bordando
ajuares de fino hilo
con encajes de Sevilla
y las sábanas de seda
y la mantilla de novia
un regalo de la abuela.

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