A mi casa solariega
la guarda un robusto bosque
de frondosos abedules
y de cedros de alto porte.
Geranios de mil colores
van anunciando el camino
y los lirios asustados
se esconden entre los tilos.
Una parra ensortijada
pide permiso a la hiedra
para asomar sus racimos
que entre las hojas verdean.
Rosales en la ventana
geranios ante la puerta
y bancos de tornaforja
que entre paseos se asientan.
A un rosal en la mañana
el rocío le despierta
y el sol con sus tenues rayos
va calentando la tierra.
Detrás de la celosía
una dama entristecida
suspira y llora a la vez
¿que fue de su caballero?
Ya no llamará a su puerta
ni mañana, ni hoy, ni ayer
y en las sombras del jardín
ya no está su silueta.
Ya no habrá fecha de boda
ni días de aniversario
ni testimonio de amor
ni estrellas que resplandezcan.
ni estrellas que resplandezcan.
No cruzará la cancela
ni te ofrecerá una rosa
que eran como tus mejillas
sonrosadas y de seda.
Mas ... no cerraré las cortinas
¡que entre la luz a raudales!
en mi casa solariega
que entre el sol por mi ventana
y que se lleve mi pena.
Que yo seguiré bordando
ajuares de fino hilo
con encajes de Sevilla
con encajes de Sevilla
y las sábanas de seda
y la mantilla de novia
un regalo de la abuela.